Panchito Farmacias, el desamparado.
La necesidad de encontrar la cura a su esperanza amorosa estaba, más que nada, en una medicina que encontró, por casualidad, en la Farmacia de su tío. Era un botecillo pequeño, descolorido, sin etiqueta pero con agradable olor.
-Soy un enamorado compulsivo –se dijo tristemente- esta pócima mágica no es, como dice la bruja, la panacea de la medicina.
¡Pobre Panchito Farmacias¡ ¡Cuánto amor en su corazón escondido¡ ¡Cuántos anhelos, deseos reprimidos por ella¡
Era triste, agobiante, verlo caminar por la Calzada, con la cabeza baja, arrastrando los pies, ser casi atropellado por los autos, los camiones y las bicicletas. Se estrellaba contra las casetas telefónicas, los puestos de periódicos, los postes de la luz.
En su mano, bien cogido, llevaba el frasquito salvador de amores. Lo bebió en San Juan de Dios, en el atrio del templo. Luego, apenado, acongojado, sin gloria, casi muerto, entró al santo recinto y durmió en una banca hasta que, casi al anochecer, el sacerdote fue a verle el rostro lloroso, sin rímel en la cara, como mimo lloroso.
¡Pobre Panchito Farmacias¡ Acogido por la desgracia; Dios descargando su despiadada mano sobre él, dándole con todo en el lomo como si fuera burro. ¡Dios¡ ¡Despiadado Dios de los inocentes¡ ¡Oveja, rayo, oro, monumento, unicornio, lo que seas tú, has dejado sólo al pobrecillo, anhelante, enamoradoloco Panchito Farmacias¡
El sacerdote le dijo:
-Hijo, Hijo –le despertó con cariño desmesurado, casi besándole- ve afuera, no puedes dormir aquí.
Y Panchito Farmacias, con el líquido dentro que no hace milagros, salió despavorido; miró Juárez, el mercado, la Calzada; miró dentro de sí y gritó:
-Soy Panchito Farmacias y ya me cargó la chingada porque me enamoré.
Engel Islas. 17-Septiembre-12
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