Albertico el Mago detiene el tiempo.
Todos los días Albertico salía de casa, caminaba hacia la Av. Grande, se detenía en la esquina frente al semáforo y miraba detenidamente las luces frente a él: roja y verde. Comenzaba en sus ojos el conteo regresivo desde 30 hasta 0 segundos. Uno, dos o tres veces mirando hasta que caminaba al centro de la calle, abría las manos flacas como si dos paredes fueran a cerrarse sobre él, cerraba los ojos y gritaba:
-¡Aquí, yo, Albertico el Mago, deteniendo el tiempo, los autos, la vida!
Luego escuchaba la impaciencia de los automovilistas y corría rápido hacia la primera acera que mirara. Ahí pasaba medio día deteniendo el tiempo y los autos. Luego caminaba al puesto de tacos más cercano, comía tres de chorizo y bebía una coca. Regresaba a pararse de nuevo en el semáforo y esperar el verde para repetir su hazaña:
-¡Aquí, yo, Albertico el Mago, deteniendo el tiempo, los autos, la vida¡
Uno de los taqueros le preguntó una vez:
-Albertico ¿Qué haces al detenerte a media calle cuando el semáforo está en verde?
-¡Uy, señor!. Yo, Albertico el Mago, detengo el tiempo y los autos.
-No Albertico, los autos se detienen porque el semáforo en rojo así lo indica.
Y el chico, enojado, arrojó los tacos al piso y respondió:
-Cómo se ve, señor, que usté no sabe de magos y magia y mis detenciones de tiempo.
Al siguiente día, Albertico salió de su casa vieja más temprano y se dirigió a la Av. Grande, detuvo autos y tiempo, tres o cuatro veces. Algunas cuadras más atrás, en el cruce con Av. Totulca, una señora apresurada había atropellado a un anciano, y huyó de la policía. Albertico, el Mago, estaba en la avenida “deteniendo el tiempo” cuando la señora, en su huida, deshizo la magia, no respetó el rojo y arrastró al Mago más de diez metros. En los oídos de las personas sólo quedó: ¡Aquí, yo, Albertico el Mago…!
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