Hay ojos que matan ¿O miradas?
Las escaleras del Metro me recuerdan unos ojos. No te rías, es en serio. Ojos casi escondidos por un mechón negro. También recuerdo el olor a gel antibacterial, es que pasé el torniquete y me puse un poco en las manos, las olía cuando mis ojos se cruzaron con los de ella. Salí a la calle y me pregunté si la chica tendría un nombre porque yo no lo conocía, así que yo le llamé Ojos míos. Encontré otros ojos pero verdes: ellos ya me ubican, se han cruzado con los míos ya bastantes veces, siempre en el transporte público. Son de una chica de la cual no sé tampoco su nombre y que yo llamo Ojos verdes. Y si ya estamos en esto de recordar ojos bonitos, pues hay otros que se me vienen a la mente: los de mi compañera de Cardiología –que yo llamo Ojos de Corazón-, bonitos y expresivos; los de la chica que miro en los pasillos de la escuela, ojos grandes y ardientes parapetados detrás de unos lentes, y llamo Ojos escondidos.
Pero vale, la historia iba sobre los ojos que me miraron en las escaleras del Metro. Sentí un estremecimiento rico, casi como un orgasmo miracional. En realidad siento eso cuando mis ojitos feos se cruzan con los bonitos de una chica –no de todas. Es que hay ojos que en verdad matan, digo, acaban conmigo. Porque hay miradas que te penetran y acaban con la virginidad del alma. Eso creo yo ¿Qué piensas tú?
Esa chica Ojos míos estará en su casa o camino a ella o en otro lugar cualquiera y yo aquí pensando en sus ojitos expresivos, llenos de amor. Suéñale, no hay de otra. ¿Edá? Te sientes como un Lázaro morido que espera ser resucitado por unos ojos bonitos. Pero uno quiere seguir soñando y estar morido eternamente para soñar, una y otra vez, distintos ojos que penetran hasta el fondo, muy adentro, adentrísimo.
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